Escrito por: Lucero Marian Vergara Lavado
Ciclo: VI
Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UTP
LAS DOS CARAS DE LA MONEDA EN EL CASO DEL CRIMEN DE LA CANTUTA
Apenas y sus propios vecinos conocían su nombre, sin embargo, él fue uno de los hombres más importantes en la condena del ex presidente Alberto Fujimori por delitos contra los derechos humanos. Así pues, Justo Arizapana se convirtió en el triste no célebre y tampoco recordado testigo fundamental del caso de la matanza de la Cantuta.

Arizapana sorprendido -ya que al hurgar las cajas encontró un hueso humano-dio cuenta de lo ocurrido a su amigo Guillermo Catacora y juntos decidieron dar a conocer lo ocurrido, pero pese a los esfuerzos algunas de las personas que quisieron revelar este delito se vieron atrapadas en una especie de maldición.
Los dos amigos, Arizapana y Catacora decidieron contarles a una tercera persona, el ex congresista Roger Cáceres Velásquez, quien en ese entonces presidía una comisión investigadora por la desaparición de 9 estudiantes y un profesor de la Cantuta. Al saber de lo ocurrido, los testigos creyeron que se iba a revelar toda la verdad, sin embargo, no fue así por temor al gobierno autoritarista. El ex parlamentario mencionó que la venganza contra él fue máxima, que se metieron con su familia. Que a pesar de los años que han pasado aún hay algunos rezagos y esto queda demostrado por algunos factores. Luego de trabajar en el Congreso de la República, ahora alquila una oficina en el distrito de La Victoria, donde se visualiza en la puerta una hoja impresa que dice: Dr. Roger Cáceres Velásquez, Abogado.
En ese entonces también se le dio un mapa a Juan Jara, periodista y amigo de barrio de Catacora. Vale la pena mencionar que este periodista también las vería negras, ya que por poseer dicho mapa fue acusado y condenado a 11 años por terrorismo. Este encarcelamiento injusto fue lo que colmó los nervios de Juan Arizapana y Guillermo Catacora, haciendo que estos empiecen a huir dejándolo todo, su trabajo, sus casa y lo más valioso, su familia.
Esta extraña suerte que tuvieron Jara y Cáceres Velásquez no acompaño a todos, ya que al periodista de la revista “SÍ”, Ricardo Uceda, no le fue nada mal. En 1993, Uceda era director de dicha revista y hasta la fecha ha recibido muchos reconocimientos, entre ellos el que le otorgó el Comité de Protección de Periodistas de Nueva York que le concedió el premio Libertad de Prensa. El periodista también recibió el premio Héroe de la Libertad de Prensa del Internacional Press Institute. Al año siguiente, la Universidad de Columbia le otorgó el premio María Moors Cabot.
Como era justo de esperarse los deudos de la Cantuta recibieron indemnizaciones, sin embargo para Arizapana y Catacora el sol no brilló y hasta ahora vienen reclamando justicia por lo ocurrido con ellos. Su caso parece encontrarse en un vacío legal, sin visos de mejoría.
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