El filósofo José Ortega y Gasset pensaba que las
letras no tenían futuro, que el futuro estaba en la ciencia y en la ingeniería.
Su hijo, José Ortega Spottorno, siguió Ingeniería Agrónoma, pero más pudo el
peso de las letras: fue editor de libros y fundó el diario El País. El nieto
Andrés Ortega Klein, de alguna forma, ha reunido esa herencia intelectual,
primero desde un intento fallido con la Ingeniería Civil y luego con estudios
en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales; finalmente, en la práctica,
como escritor, periodista y analista de tecnología y robótica, con una mirada
que, incluso, trasciende las ciencias, cruzando el campo de las letras.
Nació un año
antes de que muera su abuelo Ortega y Gasset. Cuando su padre lanzó El País,
tras la caída de Franco, era un estudiante de 22 años. Tiene 65 y es su primera
vez en el Perú. Estamos en una de las salas de la Fundación Telefónica, en
Santa Beatriz, hasta donde llegó como comisario de la exhibición internacional
Nosotros, robots, que además de plantear la evolución histórica de la robótica,
advierte sobre los retos que enfrentará la humanidad ante el avance de la
ciencia. Muestra que va hasta el 17 de noviembre. Cuando vio el filme Blade
Runner, en la década de los ochenta, “no pensaba llevar en el bolsillo lo que
es casi una extensión de mi cerebro”, reflexiona sobre ese pasado. En esta
entrevista miramos el futuro.
En un libro usted propone la imparable marcha de los
robots, casi como una sentencia de la ciencia ficción. ¿Ya llegaron los robots
o aún no hemos visto nada?
Todavía no hemos
visto lo que va a llegar con los robots y, sobre todo, cuando la robótica se
junte con la biotecnología, que ya está empezando; esta será la siguiente
revolución de la robótica.
¿Qué va a pasar ahí?
Vamos a ver
fenómenos transhumanistas, integración de aparatos en el cuerpo humano, pero
también modificaciones y mejoras genéticas. Eso va a cambiar a la sociedad.
Pero aún estamos un poco lejos de ello. Estamos en una explosión mundial de la
mejora de los robots, que se debe a la entrada de un país que se está
robotizando rápidamente, que es China, que se viene a sumar a Japón, Corea,
Estados Unidos y Alemania.
Sin embargo, hoy también se usa la expresión “te estás
robotizando”, como algo negativo.
Las culturas son
diferentes. Los japoneses tienen una visión de los robots completamente
distinta, derivada de su cultura religiosa: el sintoísmo no es una religión que
crea en Dios ni en la vida eterna, pero sí proyecta una relación anímica en las
cosas, por lo tanto, en los robots. Entonces, los robots en Japón están bien
vistos porque ayudarán a cuidar a los ancianos. Además, en los años 50 y 60,
cuando hubo una explosión de la literatura de los robots, en Japón los robots
ayudaban a los niños, a la humanidad; en cambio, en las películas de Hollywood
los robots siempre eran un problema contra la humanidad. Hoy creo que el miedo
radica en que la gente cree que les pueden quitar un puesto de trabajo.
Que está pasando. ¿O no?
En parte. Estamos
en una transición. Se calcula que la robotización automática va a suprimir 20%
o 21% de los puestos de trabajo. Por otro lado, dentro del Foro Económico Mundial
de Davos, calculan que va a haber más puestos de trabajo en labores que no se
conocen ahora. Este foro señala que el 65% de los nuevos empleos que tendrán
los chicos y chicas que hoy estudian primaria no existen en la actualidad.
¿Entonces qué hacer frente a ese futuro desconocido?
Estudiar las
disciplinas de ciencias, matemáticas, tecnología e ingeniería y saber que van a
tener que aprender y reaprender a lo largo de toda su vida.
¿Programar será cómo saber hablar o escribir?
Yo creo que no.
La programación es importante, porque permite relacionarnos con las máquinas
para saber cómo funcionan, pero cada vez vamos a una programación más
automática.
¿Es descabellado pensar que una máquina será autónoma
o siempre estará supeditada a lo que programemos?
Cuando se habla
de los principios éticos para la inteligencia artificial, uno de ellos es saber
qué pasa dentro de la máquina, cómo decide la máquina. La inteligencia
artificial y los robots serán capaces de decidir, pero todavía falta mucho. No
sabemos si llegarán a tener conciencia. Además, todavía no tienen emociones.
Las máquinas carecen de atributos muy humanos, como son la intuición y el
pensamiento crítico. Pero si no queremos que los robots nos superen en muchas
cosas, tendremos que integrar a los robots en nosotros mismos, tenemos que aprender
a trabajar con los robots.
¿Qué significa integrar a los robots en nosotros
mismos?
Eso es
transhumanismo, que dice que acabaremos teniendo implantes que nos permitan una
relación directa con la máquina. En vez de llevar el móvil, capaz lo llevaremos
incorporado en nuestro cerebro.
Parece una escena de Black Mirror.
Hay gente que
cree que será posible una cierta inmortalidad, porque trasladaremos toda la
información que hay en nuestra mente a un ordenador. El transhumanismo ya ha
empezado. Mejorará en los próximos años. Seremos capaces de hacer más cosas y
que las máquinas hagan lo que no nos apetece hacer. En Silicon Valley están obsesionados
con la inmortalidad.
¿La inmortalidad sería el fin de la especie humana?
Sería otra
especie. Sería otro mundo y otra sociedad. Se dice que el día que seamos
inmortales, se acabará la especie humana porque la gente ya no buscará
reproducirse, bastará con que los que estamos en la tierra sigamos para siempre.
¿Hoy es cierta la premisa de su abuelo Ortega y
Gasset: que las letras no tienen futuro?
Yo creo que no.
Cuando se habla de inteligencia artificial, casi todas las empresas incorporan
en sus debates a sociólogos, antropólogos, historiadores, filósofos para ser el
espíritu crítico.
¿Qué le han contado de su abuelo?
Que siempre iba
por delante, sobre todo en la manera de pensar. Iba a la raíz de la situación.
Mi abuelo, antes de morir, reflexionó sobre el impacto de los nuevos medios de
comunicación. Seguro él pensaría en la radio. Decía que lejos de acercar a la
gente, los medios de comunicación iban a separar. Y, de hecho, un poco ha
ocurrido eso.
Hoy se debate que
hemos perdido el contacto directo entre las personas. Y nos hemos metido en
burbujas donde recibimos la información que en el fondo deseamos. Hemos perdido
un poco la capacidad de sorpresa y de sorprendernos con lo diferente.
¿Y este avance de la robótica no va a agudizar esa
distancia?
Yo creo que sí y
agudiza otra cosa que ya está ocurriendo: los algoritmos están empezando a
adelantarse a nuestros deseos; es decir, a ofrecernos deseos antes de que los
tengamos, antes de que seamos conscientes de que queremos algo. Eso es
negativo, porque en el fondo ataca el concepto que es básico en cualquier
sociedad: el libre albedrío. Muchas de estas máquinas saben más de nosotros que
nosotros mismos.
¿Cuál es el futuro de las redes sociales?
Se transformarán
mucho. Facebook está invirtiendo bastante no solo en su red social, sino también
en inteligencia artificial.
Facebook se ha vuelto casi como un país.
Es un mundo y el
propio fundador de Facebook quiere organizar una comunidad mundial, lo cual me
parece muy peligroso. Quieren hacer una moneda, pero yo creo que lo van a
parar.
¿Por qué es peligroso?
Porque no hay un
control democrático sobre eso. Hay mucha manipulación en las redes sociales,
como vemos que ha pasado en las elecciones de Estados Unidos y en el Brexit del
Reino Unido. Las redes sociales se prestan mucho a que uno reciba solo aquello
con lo que está de acuerdo. Hay que leer cosas con las que no estamos de
acuerdo porque enriquecen más.
¿Cuál es el futuro del periodismo
Sigue siendo el
periodismo de calidad y de investigación, pero teniendo en cuenta también que
hay aspectos del periodismo que se van a automatizar. Ya hay programas que
redactan noticias más sencillas.
¿La pluma del periodista es un diferenciador?
La pluma y la
inteligencia. Siempre será necesario un periodista que no solo sepa contarlo
bien, sino que también sepa preguntar qué está pasando e indagar qué está ocurriendo.
Y que sepa escuchar. Escuchar mucho y leer mucho.
¿Y cuál es el futuro de Andrés Ortega?
Ahora me dedico
sobre todo a ver el impacto de la tecnología en la sociedad y en la
geopolítica. Yo lo llamo geotecnología. Es lo que ahora está determinando el
mundo por el enfrentamiento entre China y Estados Unidos para saber quién va a
dominar la tecnología en las próximas décadas.
¿Quién se perfila para hacerlo?
Todavía en un
futuro cercano Estados Unidos, pero me parece que China tiene mucho que ganar.
Primero, porque son muchos y luego porque han alcanzado un gran nivel de
estudios en tecnología e investigación, y me parece que será imparable.
El futuro de
Andrés Ortega está en la tecnología, entonces.
Y tal vez en
alguna novela de ciencia ficción (sonríe).
AUTOFICHA
- “Soy Andrés
Ortega Klein. Mi segundo apellido viene de mi madre, que era francesa. Nací en
Madrid y tengo 65 años. Voto en España y Francia. Me eduqué en el liceo
francés. La carrera profesional la hice en España, en Ciencias Políticas, y
luego seguí una beca en Londres, en Relaciones Internacionales”.
- “He escrito
unos siete libros, como La fuerza de los pocos, sobre cómo la tecnología
empezaba a empoderar a grupos pequeños para tener un alcance global. Me
gustaría escribir una novela de ciencia ficción para tocar temas difíciles de
explicar: cómo puede ser el mundo en unos años”.
- “Me gusta leer y me
gusta ver series. Leo un libro que se llama El capitalismo y la vigilancia, que
explica cómo hemos caído en un capitalismo que nos extrae todos nuestros datos
personales para adelantarse a nuestros deseos y organizar nuestra vida. Y Game
of Thrones me pareció fantástica”.
FUENTE: PERÚ 21
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