En su discurso, el Premio Nobel de Literatura de 2012, Mo
Yan (Shadong, 1955), recordó a su madre, Gao Shujuan. Fallecida cuatro años
atrás, ella fue a quien más extrañó aquella noche en Estocolmo, quizás la más
importante de su vida. “En este momento tan glorioso, solo echo de menos a una
persona, y es mi madre. A ella no podremos verla más. Cuando la noticia de que
yo había conseguido el Premio Nobel se extendió por China, mucha gente me
felicitó, pero ella no lo podrá hacer nunca”, dijo conmovido. Su mensaje
continuó con un repaso de nostálgicos recuerdos de infancia. Once años después
de la muerte de su madre y a siete de recibir el Nobel, Mo Yan continúa
recordándola.
Sentado en un estrado junto a una traductora, el
escritor chino toma la palabra. Esta mañana, ofrece una conferencia a la cual
han llegado medios nacionales y extranjeros. Incluso, un par de diarios chinos
están presentes para seguir sus pasos por Lima, adonde ha llegado como invitado
estelar de la Feria
Internacional del Libro (FIL) Lima 2019.
El escritor luce sereno. Esboza apenas algunas
sonrisas, se acomoda la corbata morada y empieza contando que su vida cambió
aquel día de 1984 en el que empezó a leer Cien años de soledad. “No sabía que
se podía escribir de esa forma”, reconoce, con humildad, el autor, que tiene
entre sus obras más conocidas a Sorgo
rojo (1987), Las baladas del ajo (1988) y Grandes pechos, amplias caderas
(1996). Solo pudo leer las primeras diez hojas del libro de Gabriel
García Márquez. Dentro de sí se encendió un fuego que lo llevó directamente a
su escritorio. Tenía mucho por escribir.
HIJO DE CHINA
Guan Moye adoptó el seudónimo de Mo Yan en su
juventud. Significano hables y
es un recuerdo de los años que no podía expresarse con libertad. El escritor
chino sufrió los tiempos turbulentos de la Revolución Cultural china
(1966-1976) y a ello se sumó que tuvo que abandonar la escuela a los 11 años
para convertirse en agricultor. La necesidad en su familia lo ameritaba,
convirtiendo al miedo y al aislamiento en sus únicos compañeros.
A los 20, ingresaría al Ejército y comenzaría su
propia revolución. Seis años después, en 1981, publicaría la primera novela,
Lluvia en una noche de primavera. Por aquel entonces se encontraría con la
literatura latinoamericana, esa del ‘boom’. García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes se
convertirían en sus nuevos compañeros. “Me di cuenta de que no teníamos que
imitar la literatura latinoamericana (…), era posible acercarnos a ella para
luego soltar nuestros propios pensamientos”, reflexiona hoy.
Y Mo Yan sí que logró esa emancipación. “Ofrece
una percepción única hacia un mundo único de una manera única”, dijo la
Academia sueca al anunciar que había ganado el Nobel en 2012.
El escritor cuenta que su trabajo es mostrar los
aspectos “bellos” del ser humano y criticar aquel “lado más oscuro”. “En mis
novelas siempre hay personajes femeninos muy fuertes. Incluso, en condiciones muy duras, se
comportan más valientes que los hombres”, agrega para luego decir que muchos de
ellos están inspirados en su madre.
“Ella fue
una campesina bondadosa, buena”, dice, conmovido, sin terminar de
olvidarla.
FUENTE: PERÚ 21
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