Pobladores capturan y matan a golpes a un femenicida en Huancavelica

Campesino que había asesinado por celos a la madre de sus hijos con un objeto contundente, fue capturado por una turba mientras intentaba escapar.

En la provincia de Angaraes, región de Huancavelica, un grupo de pobladores atraparon y mataron a un agricultor al que propinaron feroz golpiza luego de que, horas antes, este asesinara a su conviviente. El agresor ya tenía la fama de haber sido el constante maltratador de su esposa.

David Vargas Arreche nunca pudo esperar que sus actos violentos generados por sus celos terminaría condenándolo a la “ley de talión”. Momentos antes de ser linchado por los comuneros del centro poblado Chacapunco, en el distrito de Lircay, había acabado a su pareja golpeándola con un objeto contundente.

Fueron los agonizantes gritos de Victoria Lázaro Salazar más el llanto desconsolado de sus pequeños hijos, quienes testiguaron la masacre, los que alertaron a los habitantes del caserío. El feminicida apenas huyó unos metros de su casa antes de ser atrapado por los vecinos quienes decidieron castigarlo con sus propios métodos.

Tras llevarlo a rastras hasta una chacra, a 500 metros de la escena del crimen, la turba integrada por medio centenar de hombres y mujeres, todos campesinos, castigó a Vargas Arreche hasta que este dejó de pedir compasión.                      

Personal policial de la comisaría de Lircay llegó al caserío de Chacapunco para investigar los pormenores de ambas muertes y hallar a los autores del feroz linchamiento. Sin embargo, los agentes se encontraron con un grupo de herméticos lugareños que se negaron a sindicar a las personas que dirigieron y participaron en el ajusticiamiento.

Por ello, el fiscal a cargo de las diligencias ha solicitado que el caso sea derivado a la Dirección de Investigación Criminal (Dirincri), que en los próximos días llegará para esclarecer este terrible hecho. Por lo pronto, familiares de Vargas Arreche exigieron que se encuentre y castigue a los autores de su muerte. 

Fuente: La República