El concierto que Soundgarden ofreció anoche en el Estadio Nacional
fue un recordatorio de por qué la música de ciertos grupos de comienzos
de los años 90 (Soundgarden, Pearl Jam, Nirvana, Mudhoney) caló tan
hondo en el circuito nervioso de una toda una generación.
Para
empezar, la icónica banda de Seattle nos hizo recordar que todo gran
grupo es siempre más que la suma de sus partes, pero que cada una de
ellas es una pieza fundamental para que emerja esa entidad que cobra
vida cada vez que un gran combo musical enchufa sus instrumentos.
Matt
Chamberlain, el baterista que vino en reemplazo de Matt Cameron, supo
combinar fuerza y sutileza, demostrando por qué a lo largo de su carrera
ha podido lucirse tanto con bandas de grunge como con músicos de jazz
contemporáneo como Bill Frisell. Su destreza y resistencia dejó mudos a
quienes se quejaban de que Cameron ya no fuese parte de Soundgarden:
sinceramente, ayer nadie lo extrañó.
Fuente: El Comercio
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