lunes, 1 de julio de 2013

El sueño de Maracaná fue una pesadilla






Brasil celebra una goleada contundente contra España, desnaturalizada y con una inferioridad elocuente ante un rival que mostró el colmillo en cada jugada.
España encajó en Río un maracanazo en toda orden, el mayor azote que ha recibido en un partido oficial en la etapa de Vicente del Bosque como seleccionador. El sueño de jugar en Maracaná y ante su hidalgo representante derivó en una pesadilla. No hubo muestrario español, con un equipo zarandeado desde el primer suspiro por un rival desbocado, frenético, que se tomó la cita como una cuestión de estado mayor. Con el cuchillo entre los dientes, Brasil descamisó a España, que, además, padeció unas cuantas desdichas: concedió goles en minutos fatídicos, se quedó a un centímetro del 1-1 en una jugada de Pedro, Sergio Ramos falló un penalti ya con 3-0 y Piqué acabó expulsado, víctima de las diabluras de Neymar. Una noche aciaga por completo para la selección española, que se llevó un varapalo que no esperaba. Su inferioridad fue elocuente, inopinada por lo bien que ha competido siempre este equipo. De todo se aprende, y España puede hacerlo si hace la lectura adecuada y todo queda en una jornada para el olvido, casual. Al ir a la lona, los verdaderos campeones se levantan.
BRASIL, 3 - ESPAÑA, 0
Árbitro: Bjorn Kuipers (Holanda). Expulsó a Piqué con tarjeta roja directa (m. 68) y amonestó a Arbeloa y Sergio Ramos. Unos 75.000 espectadores en Maracaná.
Brasil desnaturalizó a la Roja, que se sintió siempre en un partido engorroso. Hizo lo imposible por que el partido no tuviera carrete, por que se interrumpiera una y otra vez. Hasta que se vio ganador al inicio del segundo tiempo, faltas, grescas, demoras en cada jugada. Con las gradas en combustión, efervescentes desde horas antes del inicio, la selección canarinha mostró el colmillo en cada acción. Piernas de mármol, la mandíbula a punto de estallar y el partido siempre en el horno. España se movía en un hervidero, en un territorio minado, y nunca estuvo a gusto. Le resultó imposible dar palique al juego, ni siquiera a través de jugadores como Xavi e Iniesta. No encontraba las bandas, donde Alves, con las riendas, defendía con ardor, y Fernando Torres quedaba encapsulado entre Thiago Silva y David Luiz. No hubo migas de Mata, fuera del duelo desde el arranque.

FUENTE: EL PAÍS

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